martes, 28 de mayo de 2013

Piel de cartón

Todo empieza con una sensación de frío, de escalofrío, de extrañamiento helado. ¿Soy, no soy? ¿Estoy, no estoy? Deshojar la margarita: ahora sí, ahora no. Su piel se vuelve de cartón y cae al vacío. Espinas raspan sus límites en la caída. Los límites se abren, se expanden y cobran una dimensión desmesurada, donde la vista y el oído desaparecen. La carne se abre sin dolor, con un ruido de frecuencia baja, constante, constante. El ruido del vacío envuelve los pensamientos, como si estuviera siendo arrastrada por una ola gigante sin saber a donde la conduce. El rostro cobra una dimensión superlativa y en las piernas, alambres de púas se encargan de acariciarla de forma perversa, insistente, como taladrando...taladrando...tala... tala.... tala y derriba…derriba toda sensación. Un cuerpo que no sangra, insensible…insensible. Se toca la cara con la yema de los dedos, apenas de puntillas pero se hunden en una masa de aire caliente y se vuelve del revés.

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